El Negriazul impuso jerarquía de plantel para seguir siendo el mejor del año después de un partido para sacarse el sombrero

Independiente del Valle y el Club Sport Emelec protagonizaron un gran primer tiempo en el estadio Banco de Guayaquil, con llegadas claras en las dos porterías, con emociones fuertes y sobre todo, con un buen trabajo en la hora de gestar el fútbol. Quizá ambos lucieron algo endebles en contención, pero mucho tuvieron que ver las bien aceitadas zonas de gestación para que esa sea la percepción. La visita golpearía primero, después de un gran centro de Jhon Sánchez a los 18 minutos de juego, y que Aníbal Chalá la mandó al fondo de las redes. El árbitro nulitó la jugada con asistencia del línea en un inicio, pero luego el VAR ayudó para que se confirme un gol legítimo. Los dueños de casa no se quedaron de brazos cruzados, sintieron el golpe y reaccionaron inmediatamente, convirtiendo el gol del empate sobre los 23 de juego, gracias a un pase fabuloso de Lorenzo Faravelli y a una definición todavía mejor de Beder Caicedo; quien apareció en la cabecera del área al más puro estilo delantero. Así se fueron al descanso.

La tónica del segundo tiempo fue muy similar respecto al buen nivel de fútbol. En el Ballet Azul ya se comenzó a sentir la merma física, pero eso se compensó con actitud. Y de inmediato vino el show de los arqueros. Moisés Caicedo salvó milagrosamente una embestida de Jhon Sánchez, pero lo de Pedro Ortiz fue sensacional. El portero azul evitó dos claras jugadas de gol, una tras un remate cruzado y potente de Marcelo Moreno, y después nos privó de una obra de arte de Kendry Páez, quien tras una doble pared con sus compañeros, trató de colocarla a un ángulo como dicen los manuales, pero la estirada del portero ahogó el grito de gol inminente. Por si lo dicho era poco, el candado del Bombillo aparecería dos veces más para evitar que el rival se ponga en ventaja, primero ante un remate furibundo de Joao Ortiz y después ante un cabezazo con destino de red de Bryan García. La resistencia azul terminaría cuando el reloj marcaba el minuto 69, cuando Lautaro Díaz levantó una pelota estupenda, que Kendry Páez la bajó con una magia impresionante, y que Lorenzo Faravelli sólo tuvo que empujar con el arco desguarnecido. Dos a uno y justicia en el marcador.

La recta final del compromiso fue de domino absoluto del equipo de Sangolquí, rotándole la pelota y poniéndoles a sus rivales a correr detrás de ella, en medio de un desgaste que ya era profundo en sus jugadores. En medio de aquello, Martín Anselmi ensayó varios cambios que le dieron frescura a su medio campo, en procura de que la misión sea perfecta y de que su equipo esté cada vez más cerca de aquel que maravilló en el inicio de temporada. Dos a uno final, después de un verdadero partidazo.